La Cereza Sobre el Helado

18 de Mayo 2005

Respuesta a Desaliento (2)

Un querido amigo me envió esto en respuesta a mi desaliento :)

Bien... es un punto de vista... respetable, pero solo aprecia una parte del "todo". Aprecia la parte que duele, refleja que estás dolida porque quien lo ha hecho tiene la capacidad para hacerte daño, una capacidad que tú le has dado, una parte que tomas por el todo, la opinión de unos pocos... el pensamiento de una minoría... Pero sí, es la que más alto grita, es la única voz a la que se le concede el derecho a expresarse, no hay posibilidad alguna de réplica, no hay defensa... no se intentará oír porque no interesa... y el discurso machacón será aceptado como válido a fuerza de ser repetido, cuando consiga que venza la resistencia intelectual... cuando gane por desestimiento del atacado. Y los corifeos... llamados desde todos los confines... ni siquiera escucharán los argumentos... solo seguirán los dictados del líder, y la decisión se dará por bien tomada sea cual fuere, porque nadie analiza ni quiere hacerlo... Tal vez solo alguno atisbará alguna contradicción, alguna incoherencia, pero no es su guerra, ni tan siquiera su batalla, y pronto la olvidarán... nadie acudirá al rescate, nadie arriesgará nada, todos huirán del conflicto, porque no saben desenvolverse en él... les aterra. Y sí, alguno dirá algo... pero sin mucho convencimiento... demasiadas dudas... ya no saben quienes aportan más dosis de verdad a su idea preconcebida...

Y saben que les digo... que me dá igual... Y les hablo sinceramente... me dá exactamente igual, porque he decidido que no me afecte, he invertido la situación... nadie será capaz de tener el poder bastante para que me duelan sus actos... tan solo estaré al lado de las personas que quiero... esas sí encontrarán una y mil veces mi apoyo, y no hace falta que me devuelvan nada, ...tal vez sólo una cosa: Escuchen al Poeta. Hagánlo por mí, eso es todo lo que les pido...

Un beso enorme a las dos.


Tu famosa, tu mínima impotencia
desparramar intento
sin detener el paso ni un instante.
Para lo tal, me apeo en mi paciencia,
pulso un acordeón llorón de viento
y socarrón de voz, y ya es bastante.

Tu cornicabreada decrepitud purgente
exige estos reparos de escritura,
y con ellos ayudo a someterse,
no al manicomio, al tonticomio oscuro
que tu idiotez, sin mezcla de locura,
pide hasta que la muerte
venga a sacar tu vida de este apuro.

Llevas el corazón con cuello duro,
residuo de una momia milenaria,
concurso de idiotas,
que necesitas la alabanza diaria,
y descosido en la alabanza explotas.

Cocodrilito pequeñito, ñito,
lagartija de astucia,
mezquina, subterránea, con el rabo marchito,
y la mirada alcantarilla sucia.

Tarántula diabética y escuálida,
forúnculo político y gramático,
repúblico de triste mierda inválida,
oráculo, sarcófago enigmático.

Demócrata de dientes para fuera,
altares solicita tu zapato.
No hagas más reflexiones de topo y madriguera
en tu conejeril rincón de mentecato.

Humo soberbio, sapo que te hinches
cuando oyes un piropo:
disuélvete en berrinches,
resuélvete, desaparece, topo.

España no precisa
tu vaciedad de calabaza neta,
tu mezquindad que duele y que da risa,
tu vejez inconcreta,
venenosa, indecisa.

No te toca la sangre de los trabajadores,
sus muertes no salpican tu chaleco,
no te duelen sus ansias ni su lucha:
tu tiniebla trafica con sus puros fulgores,
su clamor no halla en ti ni voz ni eco,
tu vanidad su mismo ruido escucha
como un sótano seco.

Hay ojos que derraman raíces amorosas,
sobre tus ojos tienes
uñas que a hacerse dueñas de las cosas
avanzan por tus sienes.

Necesitan incienso e incensario
tu secundaria vida,
tu corazón de espino secundario,
tu soberbia de zarza consumida.

Sobre tu pedestal o tu peana,
monumento de oficio,
cuando tu salvación está cercana
quieres llevar un pueblo al precipicio.
Te rebuznó en el parto tu madre, y más valiera
a España que jamás te rebuznara
con esa cara de escobilla fiera,
de vieja zorra avara.

No llevarás mi pueblo a la derrota,
dictador fracasado, rey confuso,
y caerás por la punta de una bota
sobre tus flacos días puesta en uso.


Miguel Hernández, 28 de febrero de 1937, en Valencia.

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Escrito por Mariela Prandi a las 18 de Mayo 2005 a las 12:58 AM | TrackBack
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